El amor por un@ mism@ es el más “caro” que hay, el más puro. Se encuentra en la base de todas las otras formas de amor: de pareja, filial, maternal, paternal, fraternal, de amistad, al prójimo… Si no te amas no puedes dar ni recibir amor, así como suena. No puedes amar porque si no te amas, amarás desde la carencia, sólo para llenar el vacío de ti mism@. Eso no es amor sino necesidad, que con demasiada frecuencia se confunden.
Cuando era más joven me sentía feliz cuando me decían “te necesito” porque pensaba que era una consecuencia del amor que me tenían, cuando en realidad era una señal de la falta de amor por si mismo que tenía quien me lo decía. Yo también he dicho “te necesito” muchas veces. Parece de lo más natural, hasta lo dice la canción: “sin ti no soy nada” ¿Cómo que sin ti no soy nada?… ¡Qué barbaridad! Eso trae consigo relaciones de dependencia, luchas de poder, pasiones arrebatadoras y toda la gama de atracciones fatales, pero eso no tiene nada que ver con el Amor.
Amar es ser consciente de un@ mism@, de l@s demás, de lo que nos pasa… y aceptar todo ello. Si no te aceptas, si te rechazas o rechazas lo que es, vas a sufrir. Sufrir es resistirse mentalmente a lo que es ¿Por qué me tiene que pasar esto? ¿Por qué a mí? ¿Por qué no soy de otra manera: más alt@, menos tímid@, más list@, menos insegur@, más ric@, menos vulgar, más joven…? Te conviene saber que a lo que te resistes, persiste. Así que si quieres mejorar tu situación no te queda otra que aceptarla por el momento. Además, la aceptación es la plataforma para la transformación. Si aceptas, liberarás energía para desbloquear- te y transformar-te. Con la energía liberada podrás pasar a la acción.
Pasar a la acción significa hacerte responsable de aquello de lo que te hiciste consciente y aceptaste. Quizá consista en dejar de fumar, ponerte en forma, ordenar tu armario, cambiar de trabajo, dejar una relación insatisfactoria… Ser responsable, en última instancia, es asumir que tú eres la única persona responsable de tu felicidad, y no poner esa pelota nunca más en el tejado del otro. Ser responsable te hace más tolerante y también más independiente, lo que beneficia tus relaciones con los demás.
En algunas ocasiones ser responsable te obliga a autoafirmarte, a poner límites, a decir NO. Por ejemplo cuando sientes que otra persona ha invadido tu espacio personal o cuando te sientes mal con lo que el otro ha hecho. Aquí viene bien aprender a ser asertiv@ para expresar tus necesidad sin ofender a la otra persona.
Llegados a este punto ya hemos pasado el ecuador de la autoestima. Ahora toca vivir con propósito ¿Qué es lo que más deseo en la vida? ¿Cuál es mi contribución única? Saberlo le da sentido a tu vida, te da alas para seguir un camino con corazón. Te conviene tener una intención clara en tu corazón y contar con tu mente como aliada para realizarla. Entonces, todos los objetivos que te plantees estarán alineados con tu propósito y no habrá quien te pare.
El broche de la joya de la autoestima, es la integridad. Por un lado es la integración de todos los otros fundamentos: consciencia, aceptación, responsabilidad, autoafirmación y propósito. Automáticamente ello te conduce a ser coherente: lo que piensas, dices y haces están en sintonía. También significa que la opinión más valiosa sobre ti mism@ es la tuya propia. Una crítica, si es constructiva te servirá para mejorar, pero en ninguna circunstancia socavará tu valoración de ti mism@.
Una persona que ha recorrido ese camino no proyecta sus miedos en las otras, ni resuena con los miedos de los demás. La persona con autoestima se tiene a sí misma, se ama a sí misma. No está en situación de necesitar a otra para llenar su vacio. Está llena de sí misma y, desde su plenitud, puede amar de verdad y recibir también amor del bueno. Entonces se suman plenitudes: no te necesito para ser feliz, contigo soy más feliz. Aquí se cierra el círculo, el AMOR es todo, es absoluto, es total.
Tú llevas dentro amor de 24 quilates, regálatelo este año.
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