¿Estamos «obligados» a ser felices? ¿Hemos de perseguir el pensamiento positivo?
La mente es una potente biocomputadora con un sistema operativo ya instalado y con programas que vamos cargando desde que nacemos. Dependiendo de los programas y de nuestra habilidad como usuarios, se irá configurando nuestra realidad indivudual. Hay personas que ven dificultad en toda oportunidad. Otras, por el contrario, ven una oportunidad en cada dificultad. Esta es la actitud optimista que genera el pensamiento positivo.
La afirmación «sentirse bien o mal depende de uno mismo» provoca polémica, puesto que existen circunstancias, que no dependen de nosotros, que nos producen mal estar y no poder gestionarlas puede provocarnos frustración. Sin embargo, sí depende de nosotros «cómo percibimos» dichas circunstancias y cómo las gestionamos para nuestro mayor crecimiento y evolución personal. El pensamiento positivo es compatible con la resiliencia, la capacidad para sobreponerse a las adversidades de la vida, la entereza para enfrentar los contratiempos y aprender de ellos, de manera que, lejos de debilitarnos, puedan llegar a fortalecernos.
Ante la adversidad se impone la aceptación. La aceptación de «lo que es» es imprescindible para evitar el sufrimiento que tanto nos debilita, enferma y envejece. Los seres humanos no podemos, ni debemos, evitar el dolor ante una pérdida, una ofensa, una desgracia, etc. El dolor es visceral, se siente en el cuerpo como una sensación incómoda, de mal-estar. Conviene sentir el dolor para liberarlo y que no se enquiste. El sufrimiento, sin embargo, es opcional y podemos evitarlo. El sufrimiento es mental. Ocurre cuando nos llevamos a la mente algo que nos duele y allí le damos vueltas, «nos comemos el coco» con ello. Esto consume enorme cantidad de energía, nos deja exhaustos, nos debilita, nos enferma y envejece.
Se trata de cambiar las preguntas. En lugar de preguntarnos «¿por qué?» : ¿por qué me ha tenido que pasar a mí esto? Conviene preguntarnos «¿PARA QUÉ?» : ¿PARA QUÉ me está pasando esto? y ver qué información hay ahí para mí y qué es lo que tengo que aprender de la experiencia. Todo, absolutamente todo lo que nos pasa en la vida tiene un «PARA QUÉ», y ese para qué tiene que ver con nuestro crecimiento y evolución como ser humano. Saber que toda situación trae consigo un mensaje para nuestra evolución, le da sentido a la vida. No la vuelve más fácil, la vuelve mágica.
Si queremos sentir bienestar, tener salud y rejuvenecer, conviene practicar el optimismo y pensar en positivo. Eso sube la vibración de nuestra energía y hace que atraigamos cosas mejores con las que retroalimentar el pensamiento positivo. Acostumbrarnos a mirar la botella medio llena en lugar de medio vacía. Siempre que nos ocurre algo negativo, podemos darle la vuelta y buscarle la parte positiva. Aunque parezca mentira, siempre, siempre hay algo enriquecedor en una experiencia que parece negativa. Puede que nos rompamos una pierna y nos fastidie no poder ir por un tiempo al gimnasio, pero en las sesiones de rehabilitación o en los ratos de reposo obligado puede que decidamos poner por fin en práctica las técnicas de relajación que teníamos olvidadas, o nos decidamos a aprender a meditar, o escuchemos podcasts sobre algo que siempre hemos querido aprender, o encontremos al amor de nuestra vida en la sala de espera del fisioterapeuta…
Nadie más que uno mismo tiene poder y autoridad sobre su mente. Practiquemos y ejerzamos ese poder pensando en positivo. Es un hábito que se aprende, como todos, con la repetición. Recordemos que para materializar este o cualquier otro hábito que desees solo necesitas dos ingredientes: intención y atención.
Aquello en lo que fijamos nuestra atención crece y se consolida. Todo lo que tenemos en nuestra vida es un reflejo de lo que tenemos en la mente. Si no nos gusta nuestra vida tratemos de cambiar nuestra forma de pensar. Cuando cambiamos el modo en que miramos las cosas, las cosas que miramos cambian.
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